Nuestros muelles, esas estructuras de madera, de hierro o de cemento, que nos permiten bajar de nuestras embarcaciones a tierra firme con mayor comodidad que en la orilla, donde podemos amarrar, sentarnos a mirar el río, la llegada del atardecer, a tomar mate, a armar un almuerzo en su sombra, nuestros muelles que en los días de calor podemos usar como trampolín para zambullirnos en el río… ¿Qué otra cosa podrían ser? 

Nuestros muelles, sencillos o sofisticados; con techos de chapa, cenefas de madera, tejas, veletas, mesas y sillones, hamacas paraguayas, están construidos en esa franja pública que es el camino de sirga que todos podemos transitar… ¿qué más podrían ser? 

Como bien sabemos quienes habitamos la isla, nuestros muelles son el espacio del hogar que conecta con el río o el arroyo, con ese curso de agua que para nosotros equivale a la calle. Las casas que habitamos pueden estar más o menos escondidas en el corazón de la isla, pero los muelles son la cara visible de tales casas. Como en las islas no tenemos parques o plazas para ir a jugar, a caminar y encontrarnos con los vecinos, ni una vereda para sacar la silla, tomar mate y hablar con quien pasa de vuelta de las compras, usamos nuestros muelles de manera parecida: cuántas veces resulta el muelle el lugar donde un vecino detiene su bote y charla con nosotros un instante. 

Las plazas, las calles, las veredas han sido históricamente los espacios donde podemos no sólo encontrarnos y jugar como cuando niños, sino también conversar, discutir, acordar o no, también enamorarnos. Son esos espacios públicos donde nuestro pueblo ha expresado siempre sus ideas colectivas, sus luchas, sus reclamos, sus tristezas, sus alegrías. Ese espacio que se vuelve público en la medida en que nos lo apropiamos para hacer y decir con los otros y hacia los otros.

¿Podríamos pensar los muelles de ese modo? ¿Podríamos pensarlos como un espacio en el que hacer público, común, un deseo, una pregunta, una idea? ¿Un espacio en el que nuestra voz se vuelva colectiva, se amplifique y llegue a los otros, para convocarlos, para invitarlos, para hacerlos parte en aquello que nos interesa, nos gusta o nos preocupa porque no es sólo un asunto privado?

16-08-2020 bandera conmemorativa del Día del Niñ*
poema de Antonio Porchia